Aburridx de la salir a buscar ropa y que todo fuera muy parecido, empecé a hacerme preguntas. Y, no encontrándole sentido a los precios de cada cosa, conecté los puntos: antes de ser Ralph Lauren, no era más que un nombre. Antes que ser Adidas, no era más que un concepto. ¿Y si domingoenlatarde fuese, un día, sinónimo de muchas otras cosas? ¿y si en vez de andar por la calle portando el nombre de alguien más llevara el mío? Y fue así como partí a Patronato, compré un polerón y en Providencia lo mandé a estampar.

Un amigo me vio con el polerón puesto y me dijo que le había gustado, que él también quería uno. Y al cabo de algunas semanas ya eran varios que me habían dicho lo mismo. Así que, una vez vez más, emprendí en mi bicicleta hacia patronato. Recorrí y conversé con personas en tiendas, en puestos en la calle, hasta que di con Reinaldo, un hombre joven que fabricaba sus propios polerones y los vendía en la calle. Si iba a hacer esto, quería hacerlo bien. Y para mí eso empezaba por trabajar con mano de obra local, hacer productos hechos a mano y que cada parte reciba una compensación económica adecuada. Reinaldo y yo llegamos a un acuerdo, y en algo así como una semana tuvo listos dieciocho polerones.

De lo más entretenido fue hacer el registro. Me gusta la moda, sin embargo muchas veces siento que la estética predominante en ese mundo es lejana, poco cotidiana y muchas veces casi falsa. Por eso, me interesó explorar fotos que fuesen sencillas, simplemente dos amigxs tomándose fotos y teniendo un buen rato. Le escribí a mi amiga Amanda y fuimos en un día frío a la Casa de la Cultura en Ñuñoa. El resto ya es historia.

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