Durante la pandemia tuve mucho tiempo libre y una de las cosas que hice fue tomar un curso de ilustración. De todo lo que aprendí, lo más importante fue que en el apropiarme de mi forma de dibujar estaba el disfrute. Noté que me aproximaba al papel desde la presión de querer hacer un dibujo bonito, «bien» hecho, y eso solamente limitaba mi autoexpresión.

Empecé a soltar la mano poco a poco. Me ayudó tener personas cerca que al ver mis dibujos me alentaban a seguir dibujando. Encontraban una ternura, una textura particular en lo que yo hacía que merecía ser explorado. Y, después de unos meses acumulé varias ilustraciones en mi cuaderno. Creo que ocurre algo al ver nuestras creaciones terminadas, y fue por eso que quise imprimirlas (porque las digitalicé y las pinté en Photoshop) y enmarcarlas. No porque quisiera venderlas o algo así. Sencillamente quería verlas enmarcadas.

Y verlas así me dio tanta alegría que les tomé fotos, para inmortalizar ese proceso y todo el crecimiento que trajo para mí. Hoy en día dibujo poco, pero cuando lo hago es entretenido y mis dibujos conservan siempre esa misma esencia de calma y tranquilidad que por ese entonces descubrí.

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba