En 2022 un amigo me enseñó su arte: la encuadernación. Lo que nació como una curiosidad se volvió rápidamente una pasión: darle vida a los contenedores en los que volcaría mis escritos, mis dibujos, los registros de mi día a día.
La magia que descubrí me fascinó: no solo podía armar cuadernos, llenarlos de colores y texturas, sino también entregarles un diseño interno y convertirlos así en algo con una utilidad específica. Planificadores, agendas, un cuaderno lunar. Muchos han sido los formatos con los que he experimentado y sigue siendo infinito el mundo de posibilidades para crear.
En un mundo donde todo es producido por alguien más o por una máquina, tener objetos hechos a mano adquirió de pronto un nuevo significado. Se trata de relacionarse con ese «algo» con afecto, con cuidado, con atención. Y desarrollar un vínculo que se siente íntimo, único y especial.